Tan solo a
cuarenta y cinco centímetros
de ladrillo, espuma de poliuretano
y cemento
puedo, todas las noches -también por el día-
con un vaso,
sentir tu vida.
Me encanta oírte recitar,
gemir, cantar, llorar, reír,
soñar con lo que podría ser y no es,
en fin,
me encanta ser parte inconsciente de tu piel.
Me fascina imaginarlo todo,
pues solo escucho
el desenlace de las historias.
Nunca he sentido tu contacto,
nada más he visto
la silueta de tu pelo color teja
dibujando en el aire de la escalera
el contorno acaracolado
del pasamanos.
La paredes están desnudas,
yo también noto
cuando tú me escuchas.
JANDRO DQ.
Jandro de Queitano, poeta, entre otras facetas, publica en Degeneración del 93