martes, 27 de enero de 2009

Ya no me asomo a la reja



Antes, no hace tanto, cuando aun no conocía quien ahora eres, los días eran tragedias griegas compuestas de sucios y desbaratados monólogos. Los llantos formaban canales a mis pies, y con brazos de ángel algunos amigos construian puentes, pequeños pasadizos para transitar mi recién creada Venecia. Los sueños siempre eran pesadillas, en las que los recuerdos y las pérdidas bailaban enlazados acompasadas melodías. Ahora he guardado todos los rencores, los días tristes, las amargas lágrimas que nunca fueron de Petra von Kant. Todo en los bolsillos raídos de mi chaqueta más bonita. Y mientras camino por las calles frías de esta nueva vieja ciudad, van cayendo , se estrellan contra el suelo hasta convertirse en polvo, que el siguiente viandante pisa y se lleva a casa, en forma de barro en sus botas. Ya solo me queda lo mejor, las tardes en que supimos entendernos, las horas que fluyeron al son de música viva o de nuestros cuerpos. Y si con eso brillamos alguna vez, con eso me basta. Ahora es tiempo de planear viajes sin dinero, de volver a donde fui feliz, haciendo caso omiso a sentencias de canciones ligeras, de que alguien me bese hasta cansarnos, sin tapujos, sin prisa, con deseo. De encontrar las risas en un vaso de cerveza, en una tapa al calor del sol de invierno, de releer libros con olor a bibliotecas del norte, de ver cada día una película mejor, de aprovechar el tiempo oyendo canciones felices y tontas. Tiempo de que todo vuelva, aunque tu no lo hagas.

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